-
No sé por qué me he dejado convencer para hacer esto. Es ridículo.
+
Oh, por favor, ¿vas a seguir quejándote mucho rato más? Piensa que
lo hacemos por amistad, sabes perfectamente lo que esto significa
para Guille y cuánto tiempo lleva esperándolo. Le prometimos que
estaríamos con él llegado el momento. Además, vas a tener barra
libre toda la noche, ¿cuándo no te ha motivado eso a ti, sr.
ardillita?
-
No te burles de mí, ¿quieres? Jodido disfraz, ¡me pica todo!- se
quejaba mientras intentaba rascarse el trasero, resultando totalmente
ineficaz pero muy divertido para todo aquel que lo viera. Alma
intentó disimular su risa pero, incapaz de contenerse, terminó
estallando en carcajadas.
-
Al menos yo no soy una perra - dijo K realmente molesto por tener que
aguantar la actitud de su amiga después de haberlo obligado a
asistir a esa fiesta de frikis peludos.
Ella
respondió a su comentario con un empujón, indignada por la
connotación que éste le había dado a su disfraz. Durante un
segundo se sintió ingenua al no haber previsto este tipo de
respuesta por parte de los demás al ver cómo iba vestida, pero
decidió no darle importancia; estaba allí por su amigo, por
apoyarlo, por estar con él en algo que tanto había ansiado y que, a
la vez, tan inseguro le hacía sentir. Pero para ser sincera consigo
misma, debía reconocer que todo este asunto le hacía sentir curiosa
y excitada; le encantaba acumular experiencias nuevas y, aunque ésta
no era una fantasía propia, se había convertido en algo que
realmente tenía ganas de probar.
*
¿Qué estáis cuchicheando por ahí detrás? - preguntó Guille, que
llevaba todo el camino adelantado, ansioso por llegar a la casa donde
se hacía la fiesta, pero ahora que se veía a apenas unos metros de
distancia, había aminorado el paso, nervioso.
Entonces,
K se quitó la enorme cabeza de su disfraz de Alvin y se detuvo,
cabreado.
-
¿No podías tener fantasías normales como todo el mundo? No sé...
hacerlo en la playa por la noche o un baño de espuma con velas por
ahí... cosas fáciles, cosas de gente normal - dijo, recalcando las
dos últimas palabras.
+
¿Playa? ¿Velas? Uy, uy, uy, que me parece a mí que nuestro
amiguito es un romántico empedernido... - Alma y Guille se rieron y
K no pudo sino soltar un gruñido y continuar la marcha.
Después
de caminar un par de minutos sin que ninguno dijera nada, K no pudo
soportarlo y tuvo que romper el silencio.
-
Bueno... entonces, ¿cómo va esto?
*
Hm... Básicamente... es algo así como una reunión de gente
aficionada a la ficción de animales antropomórficos o dotados de
habilidades o capacidades humanas.. Tampoco es nada raro, tú mismo
veías Pokemon cuando eras niño, por ejemplo.
-
Me parece que la clave es ése "cuando era niño".
+
Bueno, hay gente adulta que es fan del género manga y anime. No es
tan extraño, en ese sentido.
-
Entonces, básicamente... vamos a estar rodeados toda la noche de un
montón de inadaptados inmaduros que se masturban con dibujitos que
veíamos de pequeños. No sé si estoy preparado para ver a Pikachu
en esas circunstancias- comentó K, irónico-. Joder, ¿os imagináis
cómo comenzó esta mierda? Algún pervertido se empalmaría viendo a
Chewbacca en Star Wars.
+
¡Cállate ya! -le respondió ella malhumorada, sin poder dejar de
mirar de reojo la reacción de Guille ante la intolerancia y los
chistes malos de su amigo. Realmente no parecía estar prestándole
mucha atención; caminaba mirando al suelo, nervioso.
Por
fin, llegaron a la casa que correspondía con la dirección que
tenían apuntada y, ya en la puerta, los tres se miraron pensando que
nada iba a ser como se habían imaginado. No tenía pinta de reunión
de amigos "pervertidos" aficionados a "dibujitos";
de hecho, desde la puerta entreabierta, se podía oír ya la música
a todo volumen y los ruidos típicos de una fiesta desmadrada.
+
Si esperabas algo más tranquilo y con menos gente...-comentó Alma
intentando vislumbrar algún tipo de desilusión en la cara de
Guille, sin encontrar nada.
*
¿Estás loca? ¡Esto supera todas mis expectativas!- gritó, para
hacerse oír por encima de la música, mientras abría la puerta-
¡Nos vemos por ahí!- y desapareció entre la multitud.
Alma
y K se vieron a ellos mismos quietos en la entrada, intentando
asimilar cada imagen que captaban sus retinas, sin saber muy bien qué
hacer ni hacia dónde dirigirse.
-
Nos hemos quedado solos.
+
No tengas miedo, ardillita. Piensa que es una fiesta de disfraces,
sin más -dijo ella, sonriéndole, mientras se alejaba de él.
***
El
salón daba vueltas alrededor de Guille, mientras el ruido
ensordecedor de las risas y la música lo excitaban cada vez más.
Por fin estaba allí; haría realidad su fantasía o no, pero estaba
decidido a pasárselo bien y disfrutar esa noche al máximo.
Entonces, algo rompió su momento de éxtasis. Una puerta de cristal.
La puerta que daba a la piscina. Allí fuera las canciones se oían
apagadas por el sonido de unos gritos. Unos gritos que parecían
atraerlo hacia allí. Fue.
Sintió
como si todo aquel ruido y olor a sexo le dieran un bofetón en plena
cara, y decidió que quería formar parte de aquello, estaba
preparado y lo deseaba. Observó curioso la cantidad de personajes de
los Looney Tunes que charlaban y danzaban por el césped o todos los
animales que habían ido perdiendo sus atributos haciéndolos parecer
cada vez más humanos o, en su defecto, algo raro, alguna especie
nueva no descubierta. Cuanto más se paseaba se topaba con escenas
cada vez más extrañas: Tom apoyado en la pared intentando seducir a
Jerry, Roger Rabbit borracho manteniendo una conversación acalorada
con un perro (hecho que no sería tan curioso sino fuera porque se
trataba de uno de verdad), un minotauro masturbándose mirando cómo
lo que parecía un hombre-lobo se lo montaba en el borde de la
piscina con una chica, que sin duda había perdido por completo su
disfraz.
Se
detuvo frente a lo que parecía un escenario improvisado con un par
de mesas, donde dos chicos semi-desnudos trataban de deleitar a todos
con una especie de striptease bastante torpe, posiblemente debido a
la cantidad de alcohol que habrían bebido.
-
Jon y Marcos- dijo un desconocido a su izquierda.
*
¿Disculpa?
-
Estos dos- comentó señalando con la cabeza a los “strippers”-
Jon y Marcos. En todas las fiestas terminan haciendo lo mismo.
*
Es excitante.. aunque cómico- dijo Guille, sin poder evitar esbozar
media sonrisa.
-
Es ridículo- respondió su nuevo amigo. Guille le lanzó una mirada
inquisitiva, le estaba pareciendo el típico personaje aburrido que
acaba por arruinar las fiestas; en cambio, al mirarlo de arriba abajo
y analizarlo con más calma, decidió que su acompañante era una
persona de lo más original, inteligente y seguro de sí mismo. No
había elegido el típico personaje facilón de dibujos animados
infantiles, y desde luego se había trabajado el disfraz, no lo había
comprado en la típica tienda, había cuidado los detalles uno por
uno. Y miraba a los demás crítico, daba la impresión de que sabía
cosas que los demás ignoraban; estaba totalmente desencantado con la
fiesta y con la gente que lo rodeaba.
-
La gente ha visto demasiadas pelis de American Pie- concluyó al
echar una ojeada a su alrededor.
Guille
miró y vio personas (o animales o cosas) bebiendo todo lo que podían
y más, gritando y bailando de manera desenfrenada, practicando sexo
en todos los rincones, sobre cualquier superficie, sin pudores, daba
igual cuántas personas se acercaban a mirar.
*
Es excitante- comentó apenas en un susurro, repitiéndose y
avergonzado por lo que pudiera pensar de él la persona que tenía al
lado.
-
Es una fiesta normal, de desfase típico de cine americano. Nada
tiene que ver con el furry fandom. Hay música a toda hostia, alcohol
y probablemente otras drogas, la gente folla y punto, no hay más.
Están a medio vestir... menos ése, ése va desnudo- dijo, siguiendo
con la mirada a un chico que se había cruzado con ellos corriendo.-
Fíjate en los disfraces, la mayoría están en el suelo o nadando en
la piscina. Estas personas sólo quieren juerga y sexo. Furro
significa otra cosa. Yo ahora mismo no soy Raúl, soy Anubis. ¿Lo
entiendes..? Hm... ¿qué eres tú?
*
Un... oso- contestó ruborizado, mientras Anubis lo observaba de
arriba abajo.
-
Vuelve a ponerte la cabeza de tu disfraz. Y sígueme- ordenó
mientras daba media vuelta y se alejaba.
Entraron
en la primera habitación que encontraron y, una vez dentro, Guille
fue inmovilizado bruscamente cara a la pared. No sabía qué pensar,
con una mezcla de emociones que oscilaban entre la excitación y el
miedo, estaba totalmente paralizado sin saber cómo reaccionar, hasta
que notó al dios a su espalda bajando la cremallera de su disfraz,
lentamente; no pudo sinó esbozar una sonrisa, satisfecho.
Sin
embargo, algo perturbó su excitación. Un ruido.
-
¿Has oído eso?- preguntó a su acompañante, intentando girarse
para ver algo en la habitación. Pero el otro no le dejaba moverse,
ni siquiera parecía haberle oído.
Dejándole
únicamente con su cabeza de oso, comienza a darle pequeños y
sensuales besos en el cuello, la nuca, a mordisquearle la oreja,
mientras lo rodea con una mano y le pellizca un pezón. Sin cesar en
su oleada de besos, lametones y mordiscos, baja por su espalda y el
simple roce de sus labios hace que Guille se desespere y desee más.
Raúl se acerca peligrosamente a su culo, lo agarra con una mano y
aprieta, le da un pequeño mordisco y un sutil cachete en una nalga,
advirtiendo que eso iba a ser apenas el principio.
Guille
no puede reprimir un gemido y es entonces cuando Raúl lo agarra de
la mano, obligándolo a subirse a la cama... a cuatro patas. Con una
mano enérgica hace que apoye su cabeza en el colchón, de manera que
puede ver su ano por completo. Guille comienza a sentirse cada vez
más excitado, sobretodo al notar los lametones que su dios egipcio
le está dando y los círculos que está dibujando alrededor de su
pequeño agujero, mojándolo por completo. Raúl le escupe en el ano
para empaparlo más y decide que ya está preparado para introducirle
un dedo. Guille gime de placer, momento que él aprovecha para
meterle dos, tres y hasta un cuarto dedo, haciéndolo gritar. Cuando
apenas lleva unos segundos masturbándole analmente, repentinamente
para y se aleja. Guille no se atreve a levantarse y se queda allí
quieto, a la espera de que su dios hiciera con él lo que quisiera.
Es
entonces cuando ve cómo saca un preservativo escondido en el pliegue
de su calzoncillo, se quita la prenda y se coloca el condón. A
través de los agujeros de los ojos de la cabeza de su disfraz la
visión de su compañero es brutal, bestial, feroz... y vio cómo se
acercaba.
Raúl
lo penetra de un sólo empujón y repite un par de veces más,
entrando hasta el fondo y sacándola toda fuera, despacio, para que
el ano de su oso se adaptara al tamaño de su pene, pero a partir de
ahí es todo violento y rápido. Resultaba tan excitante el ruido de
ambos cuerpos chocando, de los cachetes que le daba de vez en cuando,
que Guille estaba completamente erecto ya, y se desesperaba cuando su
dios cambiaba de ritmo, a movimientos y empujones lentos, haciendo
que necesitara más de él.
Así
es como Guille decide entrar en acción y se aparta, arrodillándose
en el suelo delante de Raúl y quitándole el condón. Se quita,
además, la capucha del disfraz y se lame la mano, mirando a su
compañero a los ojos con una mirada picantona, mientras el otro
estaba totalmente sorprendido e intrigado. Le agarra el pene y
comienza a masajearlo lentamente. Para y lo lame desde la base hasta
la punta para continuar metiéndosela en la boca, primero sólo la
puntita, apretando con los labios y haciendo circulitos con la lengua
mientras se la mete y la saca. Después, poco a poco, se la introduce
toda entera en la boca. Le da una ligera arcada por el tamaño pero
aún así lo repite una, dos veces. En un momento dado tiene que
parar para escupir la saliva que se le acumulaba en la boca, pero
vuelve a metérsela. Raúl sólo era capaz de gemir del placer que
estaba sintiendo; y Guille nota cómo se estremece.
El
dios lo agarra de la cabeza y lo penetra hasta la garganta,
moviéndose él, follándole la boca, fuerte, rápido. De repente
para y pone de pie a Guille, haciendo que se apoye en la cama con las
manos. Entonces, Anubis se toca con la mano, da las últimas caricias
a su pene erecto, rozándole la punta de su polla con el agujero del
ano de Guille. Adivinando lo que venía a continuación, éste agarra
también su miembro y comienza a frotarse. Fue en ese momento cuando
siente que el dios se corre en la superficie de su culo, su polla
palpitando y llenándolo.
Pero
ninguno deseaba que esto terminara hasta que no se corrieran los dos,
así que Raúl insta a Guille a tumbarse en la cama, acostándose
éste a su lado. Comienza a acariciarlo por las piernas hasta llegar
a los testículos y subir hasta la punta de su pene. Lo agarra con la
mano y baja hasta la base, empezando a hacerle una paja
tranquilamente, de forma lenta. Entonces le da la vuelta hasta que se
pone de lado y abrazándolo desde atrás se coloca en posición
"cuchara"; acerca su miembro a las nalgas de su compañero
y lo penetra, resultándole muy fácil porque ahí estaba su corrida
de hacía un momento. Guille, casi al límite, le agarra una nalga
apretándolo más hacia sí mismo. Siente cómo entra y sale y
aprieta su esfínter. El dios a la par que daba embestidas, alarga el
brazo y empieza a masturbar a Guille.
Ninguno
podía más, iban a explotar de placer. Cuando los dos estaban en el
límite, Raúl salió de él y se colocó encima de las piernas de
Guille, tocándose sin parar, frenéticamente. Éste comprende lo que
está a punto de ocurrir y lo imita, sin poder reprimir una sonrisa
de satisfacción; por la imagen de su compañero encima dándose
placer, por el cómo se habían conocido y todo lo que habían
disfrutado el uno del otro.
Ambos
se corrieron sobre el ombligo de Guille, a la vez.
***
K
no podía evitar mirar atónito el panorama a su alrededor, nunca se
había sentido tan fuera de lugar. Mientras se paseaba por la casa,
sin saber muy bien qué hacer o dónde pararse, imaginaba cómo sería
la vida de las personas a las que se cruzaba: "¿qué clase de
empleo tendrán estos tipos?". Entonces pensó en Guille, que
era la persona más corriente del mundo, sin ninguna afición o gusto
fuera de lo común, no era un chico que llamara la atención
realmente por ninguna actitud o comportamiento, de hecho, él mismo
tardó en darse cuenta de que su amigo era homosexual; por eso cuando
les comentó que quería venir a un sitio así, K se sorprendió y no
supo cómo reaccionar. Pensó en Guille, en la vida tan corriente que
tenía, y decidió darles un voto de confianza a las personas
disfrazadas que lo rodeaban. También se preguntó sobre los gustos
ocultos y perversiones del resto de sus amigos, qué tipo de "cosas
raras" deben callarse los demás para no ser tratados como
"raritos" y qué clase de prácticas sexuales poco
convencionales harían en su intimidad.
Sin
embargo, le estaba resultando realmente complicado mostrarse más
tolerante y no tomarse la situación a risa cuando no dejaba de
cruzarse con furros con tres penes, cuatro tetas o colas de lagarto;
eso por no mencionar la cantidad de personajes que harían que Walt
Disney quisiera morir una y otra vez. "Menuda cantidad de niños
y niñas traumados", pensó.
Decidió
que si tenía que estar horas y horas ahí metido, necesitaba empezar
a beber ya, y buscó la cocina. Cuando entró no pudo esconder la
sonrisa que dibujaron sus labios al ver, en la mesa que había en el
centro de la estancia, a Brian Griffin, Goofy, Pongo, Golfo, Nevado y
Pulgoso fumando porros mientras jugaban al póker.
Se
dirigió directamente a la nevera y cogió una cerveza. Al cerrar la
puerta, se topó con un licántropo apoyado en la pared, mirándolo.
Después del susto, no pudo reprimir una mirada de arriba abajo y
pensar que probablemente se trataba del maquillaje y disfraz más
logrado; cuando de pronto, al volver la vista a la cara de su
acompañante, vio una especie de (no estaba seguro) expresión de
deseo.
-
Esto sí que no- y se fue.
***
Alma,
realmente cabreada, decidió esconderse en algún sitio tranquilo,
después de fracasar en el intento de encontrar a sus amigos. Abrió
la primera puerta del pasillo y se encontró a Tigresa y Lola Bunny
pasándoselo bien en lo que parecía una cama de agua. Perpleja,
volvió a darles intimidad y continuó buscando. Se agachó y vio,
por debajo de las puertas, que únicamente una habitación parecía
estar a oscuras, y le pareció lógico pensar que allí no habría
nadie "ocupado".
Al
abrir se encontró en un cuarto de baño iluminado con unas pocas
velas casi derretidas, colocadas en la bañera, y frente al váter, K
sentado jugaba a encestar bolas de papel higiénico.
-
¿No es irónico?- dijo él mientras su amiga cerraba la puerta y se
sentaba a su lado. Ella sonrió al acordarse de cómo, antes de
llegar, K mencionaba un baño de espuma con velas como una fantasía
de "gente normal"- ¿De qué estás huyendo?- preguntó.
+
De dos monos sadomasoquistas de El Planeta de los Simios- respondió
Alma- ¿Tú?- Él le lanzó una mirada inquisitiva que, a pesar de
ello, a Alma no le costó entender que se trataba de una búsqueda de
complicidad en los ojos de ella.
En
ese mismo instante, una especie de peluche enorme que no lograron
identificar entró abruptamente y se dirigió con prisa hacia el
váter, haciendo ruidos extraños, para terminar arrodillándose en
el suelo y vomitar probablemente más alcohol del que nadie pudiera
ingerir.
+
¿Nos vam...?- dijo Alma.
-
Sí- respondió rotundamente K, sin dejarle terminar la frase,
mientras se levantaba para salir de allí.
Cuando
ambos estaban ya fuera, y ella cerraba la puerta para que su intruso
tuviera intimidad, se toparon de frente con las inquilinas de la
habitación con la cama de agua, que salían agarradas de la mano,
lanzándose miradas de satisfacción y deseo. K, con un gesto con la
cabeza, le propuso entrar en esa estancia, ya que acababa de quedarse
vacía.
Entraron
fijándose en todos los rincones del lugar, que parecía decorado
para grabar allí dentro una escena de una película porno
cualquiera: paredes rojas, sábanas de seda negra, un espejo en el
techo... Alma le lanzó una mirada juguetona que hizo que él se
pusiera nervioso y no supiera hacia dónde mirar. Ella se rió y fue
al balcón, caminando lentamente, sin querer perderse cada pequeño
detalle de esa particular decoración.
K
miraba embobado cómo se tambaleaban las caderas gordas y peludas de
su amiga, y no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa al pensar lo
ridículos que estaban todavía con sus disfraces. La siguió fuera.
Desde
allí arriba se veía la piscina y el ambiente de degeneración que K
vio, hizo que se sintiera todavía más incómodo. Alma, en cambio,
miraba divertida cuando, de repente, oyeron abrirse la puerta de la
habitación. Alguien entraba. Y sin entender por qué, vio cómo su
amigo reaccionaba cerrando la puerta corredera del balcón de golpe.
+
¡¿Qué haces?!- le gritó medio en susurros, para que quien
estuviese ahora dentro, no la oyera.
-
¡No lo sé, me he asustado!- contestó él, avergonzado a la par que
molesto.
+
Ah... pues muy inteligente por tu parte, ahora estamos encerrados en
un puto balcón.- Exhaló aire, lenta y sonoramente, haciendo ver lo
cabreada que estaba.- ¿Y quién hay?- preguntó.
-
Hm... parecen... un oso y una especie de perro egipcio- dijo, mirando
a través del cristal, intentando ver entre las cortinas lo que
sucedía dentro.
+
¿Anubis, el dios egipcio de la muerte?- comentó ella, mientras se
acercaba curiosa para ver también. Ambos intercambiaban miradas
intentando contener la risa y, cuando la situación en la habitación
comenzó a ponerse caliente, decidieron apartarse y dejar de
observar.
+
Maldito disfraz...- dijo Alma, rompiendo el silencio.
-
¿Cómo has dicho?- preguntó él, irónico.
+
Hace calor- fue lo único que pudo responder ella.
-
Sí, hace rato que deberíamos habernos quitado esta mierda.- La
miró, esperando que empezara a desvestirse, pero ni se movió. Así
que agarró la cremallera de su traje de ardilla y se lo quitó,
pretendiendo que ella se sintiera cómoda para hacer lo mismo.
K
llevaba una vieja camiseta desgastada, su bañador de siempre y unos
calcetines negros. A Alma le pareció una imagen bastante cómica, y
aún así pensó que era la vez que más sexy había visto a su
amigo. Entonces, en su cara vio que estaba esperando algo.
+
No puedo- y negó con la cabeza.
-
¿No decías que tenías calor?
+
No puedo, ¿vale?- respondió ella molesta por la insistencia de él,
y avergonzada a la vez. Cuando vio que su amiga se ruborizaba, dijo
atónito:
-
¡No llevas nada debajo!
Y
ella, cabreada, sin dejar de mirarlo a los ojos, deslizó su
cremallera hacia abajo y se quitó el peludo disfraz. Apenas llevaba
puestas unas braguitas y un sujetador blanco. K no sabía cómo
reaccionar; la situación en sí había hecho que se sintiera muy
excitado y no podía apartar la vista del cuerpo de su amiga. Y ella,
al ver la expresión en el rostro de él, se sintió cómoda y
juguetona.
+
¿No llevas nada debajo?- preguntó burlona, mientras señalaba el
bañador de su amigo.
K
esbozó esa media sonrisa, curvada hacia un lado, que a Alma tan
atractiva le parecía, y se quitó la camiseta y los calcetines,
quedándose únicamente con el pantalón.
-
No, no llevo nada.
Ella
dio un paso hacia él para sentirlo un poco más cerca, y se bajó un
tirante del sujetador, para continuar haciendo lo mismo con el otro;
se lo desabrochó por detrás y lo tiró al suelo, dejando sus
preciosos pechos desnudos.
K
se quedó totalmente paralizado, no sabía cómo reaccionar. Quería
irse de aquel lugar desde antes, incluso, de haber entrado; la gente
que lo rodeaba lo hacía sentir realmente incómodo. Pero en ese
instante, prácticamente recluidos en ese balcón, con la música a
todo volumen y los gritos y gemidos de las personas que estaban
pasándoselo bien ahí abajo... teniendo a Alma delante casi desnuda,
mientras lo recorría de arriba abajo con esa mirada juguetona tan
suya... realmente llegó a sentirse muy excitado.
Entonces,
los ojos de ella se clavaron en su paquete y vio que su amigo estaba
poniéndose duro, así que decidió entrar en acción. Acortó el
poco espacio que quedaba todavía entre ellos, parándose justo
delante de él, muy cerca, pero sin llegar siquiera a rozarle los
labios, y le medio sonrió antes de agacharse y terminar de rodillas
ante su entrepierna. Bajó su bañador lentamente hasta dejar todo su
cuerpo visible. Y lo vio. Vio su pene y lo grande y duro que estaba;
se le escapó un pequeño gemido de sorpresa y excitación.
Él
sintió el ligero toque de Alma en su miembro, que no fue más que un
leve roce tierno de su nariz en la punta de su pene pero que, aun
así, hizo que se estremeciera. Comenzó a sentirse muy frustrado, no
podía evitar querer más de ella, la deseaba como nunca hubiera
imaginado. Era el lugar menos idóneo, el momento más inoportuno,
pero era Ella, al fin y al cabo.
Con
el primer roce de sus labios en su polla, no pudo resistirlo más y
la obligó a levantarse, le quitó con desesperación las bragas y la
empotró contra la baradilla del balcón. Comenzó a besarla, sus
lenguas se entrelazaban y a él le encantaba su sabor. La anhelaba
entera; la atraía hacia él y disfrutaba apretándola contra su
cuerpo y cómo ella sutilmente se rozaba contra él.
Alma
quería sentirlo dentro por sobre todas las cosas, y abrió más sus
piernas invitándole a entrar. K agarró su pierna izquierda y la
levantó hasta su cadera, mientras ella aprovechó para meter el pene
de él dentro de ella. Ambos gimieron de placer.
En
ese mismo instante todo pareció detenerse en el jardín de abajo.
Todos dejaron de hacer lo que estaban haciendo y se concentraron
justo bajo el balcón en el que estaban Alma y K follando
descontroladamente. Unos, con las manos bajo los disfraces,
comenzaron a acariciarse; otros terminaron tocando y besando al
monstruito que tenían al lado, sin poder evitar continuar mirando de
reojo la escena que tenían sobre sus cabezas.
K
salía totalmente de su amiga para volver a entrar de una embestida.
Ella estaba muy mojada y sabía que no tardaría mucho en llegar al
orgasmo, así que lo abrazó con las piernas, enroscándose
totalmente alrededor de él y, apenas apoyada en la barandilla y
sujetada por los brazos de él, dejó caer su cuerpo hacia atrás. Y
así, en esa postura, mientras sentía el aire cargado de la noche
sobre todo su cuerpo, Alma se corrió mientras K la follaba
salvajemente.
Él,
casi asustado por lo que acababa de hacer ella, y extrañamente más
caliente de lo que podía estar, apretó su cuerpo todo lo que pudo
al de su compañera y se dejó ir.
Ambos
se dejaron caer sobre el suelo, exhaustos, ante los aplausos, gemidos
y cuerpos chocando sudorosos en el piso de abajo.